El Glacier Express recorre los Alpes suizos a paso de tortuga, pero es imposible aburrirse un segundo porque cada detalle del paisaje tiene un efecto hipnótico. El recorrido, de siete horas, incluye valles escarpados, desfiladeros, túneles, puentes, picos nevados y prados llenos de flores (recomendamos ir en verano). A cada minuto, el tren parece estar más y más arriba.
Montañas de Zermatt
Zermatt es una de las estaciones de esquí más famosas de Suiza y ofrece un entorno lleno de glamour y de encanto rural entre montañas. En esta localidad sin coches encontrarás chalets de montaña antiquísimos junto a hoteles de diseño con bañeras de hidromasaje y grandes chimeneas. Aquí, la temporada de esquí va de noviembre a abril, pero se puede esquiar durante todo el año en el glaciar de Zermatt. Disfrutar de una sesión après-ski en este entorno es pura maravilla, y más si lo hacemos con vistas a la atracción principal del lugar: el Matterhorn, la fascinante montaña escarpada y cubierta de nieve que domina el paisaje alpino.
Centro histórico de Brig
Bájate del tren en Brig y enamórate de su fotogénico centro histórico. Casitas rosadas y amarillas con contraventanas azules se concentran alrededor de la plaza principal adoquinada. Y, como telón de fondo, las montañas. Esta localidad alpina también tiene un enorme castillo, conocido como el palacio Stockalper, cuyos arcos y columnatas barrocas recuerdan a los que aparecían en Sonrisas y lágrimas.
Senderismo en Andermatt
Cuando la nieve se derrite, el paisaje alpino de los alrededores de Andermatt se convierte en un paraíso para los excursionistas. Las vacas suizas pastan en laderas de un verde precioso y los senderos de montaña llevan hasta cascadas y prados de flores silvestres. Una de las caminatas más famosas es la del paso de Furka. Este asombroso paso de montaña se encuentra a casi 2.500 metros sobre el nivel del mar y aparece en la película James Bond contra Goldfinger.
Paseos por Chur
Merece muchísimo la pena hacer una parada en Chur, la ciudad más antigua de Suiza. Camina por las sinuosas calles del centro histórico, por donde no circulan coches, y descubre su larga historia. Como en un laberinto, es fácil perder el rumbo, pero eso no importa. La forma más bonita de recorrer la ciudad es doblando las calles, esquina tras esquina, e ir encontrando frescos enormes y descascarillados junto a edificios medievales encorvados.
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